Programa Especial sobre República 16

jueves, 14 de enero de 2010

Varias agencias. 


Hay cadáveres por todas partes en Puerto Príncipe, la devastada capital de Haití, y la gente se tapa la nariz con tela para intentar bloquear el hedor.

Una gigantesca fosa común se ha abierto en Titanyen, a la afueras de la capital, esperando los cuerpos que, amortajados con sábanas blancas, reposan en innumerables esquinas. Frente al Hospital General de Puerto Príncipe docenas de personas descargaban cuerpos traídos en camionetas.

"Ya hemos enterrado 7.000 personas en una fosa común", dijo el presidente Rene Preval el jueves en el aeropuerto de la capital junto al presidente de República Dominicana Leonel Fernández, el primer jefe de Estado extranjero que visita el empobrecido país caribeño tras el sismo.

El olor de la muerte se ha extendido por toda la ciudad. Neumáticos arden junto a cuerpos de víctimas desconocidas. Camiones cargados con decenas de cuerpos destrozados, cubiertos por restos de sábanas, se abren paso entre el caos de la ciudad que ha dejado de serlo. El daño en los edificios es apocalíptico y caprichoso. Un inmueble hundido, otro no.

En medio del caos y el olor a putrefacción, la crispación iba en aumento por la lenta llegada de la ayuda internacional. En las últimas horas el temor a las enfermedades, además de la falta de agua y alimentos, agravaba la situación en una ciudad en donde los cuerpos siguen alineados por las calles esperando sepultura, dos días después del terremoto que la redujo prácticamente a ruinas.

Muchos hospitales estaban demasiado dañados para ser usados y los médicos atendían a personas con extremidades aplastadas, heridas en la cabeza y huesos fracturados en instalaciones improvisadas donde los suministros eran escasos.

El cirujano dominicano Rafael Ben ha operado sin interrupción durante las últimas 24 horas. "Damos preferencia a los niños. Luego a las mujeres, después a los ancianos. ¿Hombres? Bueno", señala con amargura rodeado de varios de sus colegas.

Todos ellos llegaron pocas horas después del terremoto, el miércoles en la mañana. "Las lesiones son muy parecidas, por aplastamiento, por amputación Hay heridas llenas de las gravillas de los edificios, son horrendas". Los heridos que se puede son llevados a hospitales fuera de la periferia de Puerto Príncipe, como este de dominicanos en Jimaní.

Los cuerpos están por todas partes en Puerto Príncipe: cadáveres de niños junto a las escuelas desplomadas y mujeres en calles llenas de escombros con expresiones aturdidas congeladas en sus rostros. Muchos cuerpos recuperados estaban por todas partes, especialmente en las calles, tapados con lonas plásticas o telas blancas, bajo un calor de 28 grados centígrados.

Algunas personas arrastraban a los muertos, cubiertos de polvo, tratando de llegar a un depósito de cadáveres donde poder dejarlos.

El director del hospital, Guy LaRoche, calculó que había unos 1.500 cadáveres apilados frente a la morgue y los cuerpos repletaban varias calles.

A una morgue improvisada frente a un hospital acudían decenas de personas en busca de familiares. Era un macabro mar de centenares de cuerpos, apenas a unos metros (yardas) de donde heridos graves esperaban asistencia médica. Sollozos y lamentos explotaban cada vez que alguien moría, pero las réplicas interrumpían los lamentos, haciendo que la gente se alejara corriendo con pánico de las murallas.

Fuera del Hospital General de la capital, se creó un depósito improvisado de cadáveres en el parque de estacionamiento, con cientos de cuerpos donde sobrevivientes apesadumbrados buscaban a sus seres amados. Los miembros brasileños de las fuerzas de paz de Naciones Unidas, que son clave para la seguridad de la ciudad, estaba tratando de organizar entierros masivos.

La Cruz Roja de Haití se quedó sin bolsas para cadáveres y el Comité Internacional de la Cruz Roja informó que unas 3.000 bolsas estaban en camino.

Enfurecidos haitianos levantaron barricadas el jueves en Puerto Príncipe para protestar por la demora en la entrega de ayuda humanitaria tras el devastador terremoto que sacudió a Haití, dijo un testigo. Shaul Schwarz, un fotógrafo que trabaja para la revista TIME, dijo que vio al menos dos barricadas formadas con cuerpos de víctimas del terremoto y piedra.

"Están empezando a bloquear los caminos con cuerpos, se está poniendo feo, la gente está cansada de no recibir ayuda", dijo Schwarz a Reuters.

La gente rescata a sus muertos, sin ayuda

Las cuatro plantas del hospital Pequeños Hermanos y Hermanas, en Pettonville. cayeron sobre decenas de haitianos y extranjeros que allí permanecían, incluido su director. Atrapado entre los amasijos de cemento, el médico llamaba pidiendo ayuda por su teléfono móvil. Hace horas que ya no grita, pero decenas de hombres, vecinos de la zona, persisten en su intento de salvarlo. O al menos de extraer su cadáver.

"Hemos sacado muchos vivos, los envían a los hospitales", asegura uno de los voluntarios, con toda la normalidad del mundo. "A los muertos los tiramos".

Seguían sin haber señales de operaciones organizadas para rescatar a las personas atrapadas o para retirar cadáveres, y los médicos en Haití, el país más pobre del hemisferio occidental, carecían de equipo adecuado para atender a los heridos.

Los desesperados haitianos convertían el jueves las calles cubiertas de escombros y los parques en hospitales improvisados y campamentos de refugiados ante la ausencia de una respuesta visible de las autoridades.

Los haitianos realizaban esfuerzos frenéticos para salvar a los heridos y buscar sobrevivientes, convirtiendo camionetas en ambulancias y puertas en camillas, mientras la ayuda de todo el mundo comenzaba a llegar a raudales, aunque enfrentando problemas de logística.

Muchos removían los escombros de los edificios con sus manos desnudas, palos y martillos, esperando hallar a sus seres queridos con vida. Los sobrevivientes usaban mazos y sus propias manos para tratar de encontrar sobrevivientes entre los escombros.

En Petionville, al lado de la capital, las personas buscaban artículos en un centro comercial derrumbado, sacando colchones y artículos de oficina. En las cercanías, unos 200 sobrevivientes, incluyendo muchos niños, se agruparon en un parque de estacionamiento de una sala de cine, donde construyeron carpas provisionales para escudarse del sol y altas temperaturas.

Los habitantes de la capital trataban de rescatar a las personas sepultadas aún vivas, retirando trozos de escombros con sus manos desnudas. Hombres con martillos atacaban los restos de edificios derrumbados buscando sobrevivientes.

Catorce huéspedes y trabajadores fueron sacados vivos el jueves del famoso Hotel Montana, que se derrumbó por el sismo. El mayor del Ejército chileno Rodrigo Vásquez, quien dirigía el rescate, dijo "estimamos 70 más adentro (...) esto es devastador".

Un estonio de 35 años, Tarmo Joveer, fue rescatado desde los escombros de la sede de Naciones Unidas de cinco pisos durante el jueves, y dijo a los periodistas que se encontraba bien.

La Policía llevaba a los heridos en sus camionetas. Wisnel Occilus, un estudiante de 24 años, fue colocado entre dos otros sobrevivientes en la parte trasera de una camioneta que estaba por partir a un cuartel policial. El estaba en una clase de inglés cuando ocurrió el terremoto y su escuela se desplomó.

Los sobrevivientes llevaban a los heridos a hospitales en carretillas de mano y camillas improvisadas con puertas.

Campamentos en las calles

En las calles de la capital, sobrevivientes acampaban en medio de montones de bienes rescatados, incluyendo comida sacada de entre los escombros.

Miles de personas sin techo comenzaron a levantar campamentos en donde podían, el más grande se ubica frente al derrumbado Palacio Presidencial. "Mírennos. ¿Quién nos ayuda? Ahora, nadie", dijo Jean Malesta, una estudiante de 19 años quien fue la única sobreviviente del colapso de su edificio de departamentos luego del poderoso terremoto que se teme ha matado a miles, posiblemente decenas de miles.

Ella y decenas de otros yacían bajo una carpa que levantaron en el parque que se encuentra frente al palacio presidencial. Su débil y carente Gobierno parece totalmente inequipado para manejar la crisis, sus funcionarios no se ven en ninguna parte en medio del caos.

"Hasta ahora no nos han traído nada. Necesitamos agua, comida, refugio, todo, pero estamos solos", agregó Malesta, lo que motivó gritos de mujeres que concordaron con su visión y que yacían en el piso junto a ella.

El epicentro del terremoto estuvo a sólo 16 kilómetros de Puerto Príncipe, una ciudad grande y densamente poblada de 2 millones de habitantes, en una nación golpeada por la pobreza, catastróficos desastres naturales e inestabilidad política.

El terremoto derrumbó edificaciones en las colinas y varias personas seguían atrapadas vivas bajo los escombros luego de dos días, con escasas señales de un esfuerzo de rescate organizado.

El flujo de ayuda aún debe llegar a los haitianos, que deambulaban silenciosamente por las destrozadas calles de la capital, buscando desesperadamente agua, alimentos y ayuda médica. "El dinero no sirve para nada en este momento. La moneda que importa ahora es el agua", dijo a Reuters un trabajador de ayuda.

"Esto es mucho peor que un huracán", dijo Jimitre Coquillon, un asistente médico que trabajaba en un centro improvisado de ayuda en el estacionamiento de un hotel. "No hay agua, no hay nada. La gente se va a morir de sed", agregó.

Se levantaron tiendas artesanales en todas partes y haitianos en un campamento informal se acercaron a un periodista gritando "agua, agua" en varios idiomas. "Por favor hagan todo lo que puedan, esta gente no tiene agua, no tiene alimentos, no tiene medicinas, nadie nos está ayudando", dijo Valery Louis, quien organizó uno de los campamentos.

"Las personas casi pelean por agua", dijo el socorrista Fevil Dubien mientras distribuía el líquido desde una camioneta en un barrio en el norte de Puerto Príncipe.

La principal cárcel también se vino abajo, permitiéndole a peligrosos criminales escapar.

El bullicio de las calles se ve a veces interrumpido por disparos. La falta de agua y comida está llevando a los haitianos al extremo y los saqueos son abundantes. "Si la ayuda internacional no llega, la situación puede degenerar rápidamente. Hace falta agua y comida urgentemente", afirma Lucila, sentada ante la puerta de su casa junto a su familia.

Una multitud irrumpió en un supermercado en la zona de Delmas, llevándose electrodomésticos y bolsas con arroz. Otros sacaban gasolina de un camión cisterna chocado.

"Todos los policías están ocupados rescatando o sepultando a sus propios familiares", dijo el propietario de una fábrica de azulejos, Manuel Deheusch. "No tienen tiempo para patrullar las calles", añadió.

Grupos de mujeres que durmieron en la calle durante la noche cantaban canciones tradicionales en la oscuridad y oraban por los muertos. "Quieren que Dios las ayude. Todos queremos", dijo Dermene Duma, un empleado del Hotel Villa Creole que perdió a cuatro familiares.


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